Hasta el coñamen del "positive thinking", del buenrrollismo acrítico, de sonreír hasta que llores para que te vaya bien, del determinismo clasista y asqueroso encubierto de esta nueva religión. ¿Quién puede permitirse el no enfadarse? ¡En defensa de la capucha!
Me gusta ser crítica, señalar lo que no me gusta, sacar la rabia, enfadarme, asumir los conflictos, negar el "no pasa nada", porque a veces si pasa, a veces duele, jode, enfada, hastía.
A ver si esto del equilibrio eterno, el asumir que "cada cual es como es" (nada de hablar de construcción hegemónica de subjetividades, pa qué?!), que "todo vale", que "no te lo tomes así, mujer, saca lo bueno de todo" va a ser una estrategia de control social para que no nos posicionemos frente a las realidades injustas, para que miremos para otro lado (nuestro ombligo de falaz paz interior) o no, al mismo centro de la cámara de truman con una buena y mustia sonrisa profident.
Permitámosnos el enfado, la mala hostia y el vivir las penas como son: penosas. Al menos yo así soy mucho más feliz.
Pd 1. Después de escribir esto. bicheando por ahí, encuentro que Barbara Ehrenreich (coautora, por cierto, del maravilloso libro "Por tu propio bien. 150 años de consejos expertos a mujeres") realiza un interesante análisis en este vídeo chulo, enmarcado, eso sí, en EEUU y focalizado en ámbitos específicos. Pero creo que podemos extrapolar algunas de sus potentes ideas a otros contextos y dimensiones de la vida.