Mi identidad se construye sobre mi desarraigo. No es una identidad desarraigada. Mi identidad es sólida hoy –no por ello menos cambiante y escurridiza, efímera y huidiza, transitoria y movediza, nómada y perecedera- pero se llama desarraigo. Lo único estable en mí es que estoy siempre cambiando, siempre de paso –no por ello sin dejar huellas, sin marcarme de huellas-. Con las huellas crezco, me dejo marcar, me gusta marcar. Las huellas me aterran, me da miedo sentir la marca de lo que ya no es, de lo que ya no está. Quiero irme, me da asco volver, fuerte en el regreso, ínfima para la huida. Pánico. Placer. Vomito: me lo como. Tropezones de carnaza, vegetariana imposible. Carne podrida, podredumbre que no caduca.
Una y otra vez -¡¡¡una y otra vez!!!- DEJO DE SERME, para convertirme en otra. En otras, ésas múltiples y multitudinarias que me habitan y re-habi(li)tan. Me de-formo, me re-formo y me trans-formo. Muto, me in-muto y me trans-muto. Me muevo, me re-muevo y me con-muevo. Me revoluciono.
[Y si me des-virtúo me la suda. Me cago en las esencias. Me cago en la virtud].
Ahora me ves, ahora no me ves, ahora estoy arriba, ahora abajo, me meto dentro, me salgo fuera. Pública clandestina. Viceversa. Intermitente. Silencio. Te grito.
En los margeneeeeees!!! Límiteeeeeeees!!! Itersticiooooos!!! Huecos clandestinoooos!!!
Fronteraaaaas!!!! Cruceeeeeees!!! Bordeeeeeees!!! Periferiaaaaaass!!
Periferia: lo que está, pero no es.
Intrusa malvenida.
… lloro.
Heroína de lo periférico. Madrid. Octubre 07
PD: Ayer me rapé la cabeza