sábado, 28 de julio de 2012

Algunas notas de una feminista pro-sexo y NO-ABOLICIONISTA

Encontrado por ahí en el fachabú y de autoría de "Morganita Surrealisme". Me parece muy buen texto: 


“NINGUNA mujer nace para PUTA”. NINGUNA PUTA. Ese es claramento el subtexto de tan tajante afirmación.
En lo personal como feminista (y un tendal de asociaciones mutantes más), estoy ciertamente harta del feminismo moralizante, victimizante y anti-puta.
El debate “trabajo sexual, ¿sí o no?” me parece un maniqueísmo desde donde es muy difícil construir. No puedo estar a favor o en contra del trabajo sexual/prostitución, porque inherentemente el trabajo sexual no es ni bueno ni malo (o en todo caso, podríamos remitirnos al anarquismo y al situacionismo para afirmar que ningún trabajo es bueno o dignificante). Creo profundamente que aquel feminismo que sostiene en su abanico argumentativo razones intrínsecas para defender o repudiar algo, en términos de clausura en “bueno/malo”, es un feminismo que rehuye por completo al análisis crítico, a la capacidad de auto-crítica y a la posibilidad de ser interpelado y enriquecido por contextos y agentes políticos a los que no está teniendo en cuenta.

Aquí van cuatro cuestiones sobre las que me interesaría discurrir:

I
Pensar el trabajo sexual como algo intrínsecamente degradante es, por un lado, instituir arbitrariamente un régimen de legitimidad dividido entre “trabajo bueno, humana y moralmente dignificante” y “trabajo malo, degradante, desmoralizador, alienante”, eludiendo los contextos –sociales, políticos, culturales, geográficos, etc.-, y también los privilegios, según los que un trabajo puede ser ejercido y reconocido como trabajo.
Eso me dispara las siguientes preguntas: ¿puede algún trabajo ser edificante, empoderador, constructivo dentro de una matriz capitalista, atravesada por las coordenadas del clasismo, racismo, sexismo, heteronorma, cisexismo, androcentrismo, feminización forzada, precarización de lo femenino, etc.? ¿Qué es lo que se está juzgando aquí? ¿El trabajo sexual en tanto trabajo? ¿O es el término “sexual” aquello que incomoda, interpela, hace ruido a gran parte del feminismo y muchos discursos progresistas? ¿Por qué la fuerza de trabajo sexual debería separarse de otras fuerzas de trabajo a la hora de pensar circuitos de intercambio económico? ¿Es la sexualidad aquella última frontera no-transgredible, aquella sobre la cual se establecen las calidades de la dignidad? ¿Con qué parámetro, con qué criterio y quién distribuye las gradientes de lo digno? ¿Por qué es menos digno trabajar con el sexo, que con la mente, las manos, los ojos? (si es que fuera posible compartimentar definitivamente y aislar el ejercicio de funciones y prácticas individual*s unas de otras). En el panorama actual, con las particulares configuraciones de capitalismo, clasismo, racismo, sexismo en nuestras coordenadas sudakas, si de trabajos precarizados o de sujet*s vulnerad*s se trata entonces, ¿por qué falla el énfasis a la hora de denunciar la gran mayoría de las prácticas y situaciones laborales para la gran mayoría de l*s sujet*s precarizad*s y vulnerad*s por este sistema?
Nuevamente, ¿el problema con el trabajo sexual será “el trabajo” o “lo sexual”?

II
Se me hace necesario volver a insistir con esta pregunta hasta el cansancio. ¿Por qué la sexualidad todavía ocupa un lugar ponderado, sagrado, metafísico, fundacional, celado por la moral?
¿Es la sexualidad aquello valioso y sagrado tanto ha alimentado el discurso de otr*s sobre mi cuerpo, otro templo inalienable, cuyo cuidado y autogestión más vale caerían sobre otr*s (instituciones, familia, Estado, partido, etc.)? ¿La sexualidad sigue siendo aquel núcleo inalienable, aquello que define, recorta, o mejor dicho, construye fundacionalmente al individuo? ¿Por qué movimientos cimentados bajo la rúbrica “lo personal es político” necesitan convalidar a toda costa ese lugar de lo sexual? ¿Es necesario tener un Santo Grial a celar y proteger?
Aquí arriesgo una conjetura personal. La sexualidad continúa siendo considerada y conceptualizada como una esencia valiosa, propiedad inalienable del individu*, o mejor dicho, garantía ontológica del individu* mismo. De acuerdo a esta concepción, tanto la sexualidad como el cuerpo son entendidos como “orgánicos”, “naturales” y aquí la calidad de “natural” funciona como un índice de redención moral (“natural es bueno”) y también como una excusa para activar toda una compleja maquinaria de poderes con el fin de custodiar, resguardar, velar y garantizar por “la pureza originaria de aquello natural”: nunca está de más recordar que “natural” funciona como un dispositivo de legitimación moral de los discursos más conservadores, a “lo natural” históricamente se le ha enfrentado lo “contra-natura”, la desviación, la anomalía.
Según estos términos, al parecer la “sexualidad” ES, efectivamente, el/la individu* mism*: el ya consabidísimo discurso de la prostitución como sinónimo de “vender el cuerpo” o “convertir el cuerpo en moneda de cambio”. Según este lugar común, ella, él, pero históricamente en los imaginarios, ella, “se venden”. ¿Qué es lo que venden? ¿A sí mism*s, su cuerpo, su estatuto de individu*, su historia? ¿Cómo sería “consumido” aquello que se “vende”? ¿Es realmente esto posible?
De este modo, tanto discursos conservadores como discursos progresistas suscriben –explícita o tácitamente- a un mismo sustrato moral que elabora y regula jerarquías –de orden puramente cultural, sujetos a una determinada intencionalidad política- que definen a la esfera sexual como una última frontera intransigible del sujet*.

III
Y eso me lleva a la siguiente cuestión. La sexualidad como sede de dignidad y el cuerpo como templo configuran y serializan “sujetos-víctima” objeto de discursos, políticas de higiene moral, existencias precarias/precarizadas asistidas, dependientes, vulnerables. Todo discurso construye sujetos a los que describe, valida, defiende, asiste, visibiliza, impugna. En este sentido, la mayoría de las veces, el discurso de la “violencia de género” no pone en cuestión, sino que reactualiza una y otra vez la ontología simbólico-social de la víctima/victimario (“es natural que los varones sean victimarios/es natural que las mujeres sean víctimas”). La victimización recurrente de sujetos femeninos/feminizados a través de los discursos (sean feministas o no, sean radicales o no) es, justamente, una forma de explotación física, social, simbólica; por una parte se anula y niega por completo el capital político, la historicidad y especificidad situada de est*s actor*s políticos, por otra parte, se los concibe únicamente desde un lugar inercial de diagnóstico social, indulgencia y paternalismo: no saben, ni pueden hablar por ell*s mism*s, porque están alienad*s/no saben lo que les conviene o es bueno para ell*s/etc.
La victimización sistemática de las trabajadoras sexuales, putas y prostitutas por parte del "pensamiento progresista" es una de las formas más flagrantes de fragilizar, objetualizar, infantilizar y negar rotundamente el capital político, la historicidad, la complejidad de los debates internos dentro de estos movimientos. Por otra parte, y quizás aquí podría saltar el paredón y zambullirme de lleno en el discurso con mi propia historia de femme-queer-feminista, muchas veces he experimentado una fuerte censura y violencia política hacia toda expresión polimorfa de lo femenino dentro del movimiento feminista. La sobre-valoración compulsiva de lo femenino dentro una sociedad heterosexista muchas veces ha dado lugar a una sistemática infra-valoración y denostación de lo femenino dentro del feminismo. Para much*s, nos resulta muy difícil pensarnos, enunciarnos y construirnos desde una alter-feminidad o desde una feminidad que sensiblemente hacemos nuestra y que transitamos políticamente con orgullo y deseo. Así como las chongas, bomberos, invertidas, tribadistas son existencias, iconografías, presencias-fantasma, obsesiones disonantes para el imaginario sexo-genérico occidental, y figuras-estandarte para gran parte del activismo y las poéticas LGTB, lésbicas, feministas; las putas y las frígidas, imágenes de una feminidad revulsiva, patologizada, de mujeres impropias, desaprobadas, incorrectas en más de un sentido (moral, biológico, psicológico, político, social) siempre fueron esa gran ausencia, esa gran desgracia, ese enorme e incómodo silencio que suena a vergüenza y fobia dentro de las discusiones, las historias, las acciones, las reflexiones y los discursos.

IV
Por último y fundamentalmente, ¿hasta qué punto es radical un movimiento que suscribe a un programa punitivo de sociedad, que legitima el lugar político de la prohibición/abolición/censura/represión y le otorga al Estado un rol clave en ese sentido?
A su vez, a contrapelo de políticas punitivas que continúan vulnerando, exponiendo y confinando a est*s sujet*s a vivir de parches políticos de un asistencialismo mezquino y precario, y que termina produciendo de manera serializada perpetuas "víctimas y sujet*s de riesgo", se deberían activar múltiples propuestas y experiencias políticas de empoderamiento, autonomía y reconocimiento entre espacios y dentro de espacios. Exorcizar la víctima o cuestionar el dispositivo de victimización subyacente en muchos de nuestros discursos es fundamental para reconocer (en el sentido que planteaba más arriba) y dejarnos interpelar por sujet*s políticos que, efectivamente, se encuentran a nuestro lado hace muchísimo tiempo, somos nosotr*s en potencia o son parte nuestra desde hace rato.

martes, 17 de julio de 2012

¿Y tú? ¿Ligas en las fiestas queer?

jojojo!! Un videazo que se han currado unxs amigxs. Y a ti ¿también te pasa?

lunes, 9 de julio de 2012

El NO FEMINISMO de la Librería de Mujeres de Madrid

Queridxs todxs:

Quiero desde aquí difundir una situación muy grave que está sucediendo en la librería de mujeres de Madrid, una librería que se autodenomina "feminista", pero que ha tenido / tiene prácticas jerárquicas, nada solidarias, impositivas y, por qué no decirlo (con tristeza, por supuesto), maltratadoras contra tres de sus trabajadoras, Ana, Sonia y Patricia, una de ellas, Ana, parte central del proyecto desde 1986. Para difundir lo acontecido se ha creado un blog ya que, en palabras de las autoras del mismo: "Desde noviembre de 2011 a junio de 2012 se han dado una serie de acontecimientos que suponen un punto y aparte en la historia de la Librería Mujeres... 34 años de la Librería Mujeres como espacio feminista y de solidaridad y lucha, se han visto empañados por lo que ha sucedido. Porque lo personal es político estos hechos no pueden quedarse en el silencio".

La dirección del blog es http://libreriamujeres.blogspot.com.es/. La narración de los hechos es un poco larga pero necesaria por exhaustiva y por presentar pruebas contundentes de lo que ha pasado, cuyo resultado ha sido "que a Ana le han arrancado su proyecto de más de 25 años de dedicación y ahora está en paro sin ingresos de ningún tipo. Patricia y Sonia también han sido expulsadas de ese proyecto y se encuentran en paro con prestaciones muy precarias".

Pues eso, que no quede en silencio, que cuestionemos las relaciones de poder (y sí, también de dominación y opresión) que se dan entre nosotras, que seamos autocríticas y analicemos en profundidad las contradicciones tan dolorosas que se dan (también) en este tipo de espacios. Para que se sepa, se visibilice, se luche contra ello y nos solidaricemos con Ana, Sonia y Patricia no dejen de visitar el blog http://libreriamujeres.blogspot.com.es/ y difundirlo por todas sus redes.

Porque la lucha será feminista o no será...

sábado, 7 de julio de 2012

Dont need you (II)

Vía Revista de cultura queer sin afeitar Una buena barba. Y arriba las bikini kill!


Bonus track: Aunque cuestionaría (con uñas y dientes) aquello de "nací"... [ya saben, el cuerpo se construye, se lee, se decodifica... no existe una verdad de los cuerpos preexistente a la interpretación de los mismos y a la normatividad binaria de la que parte esta mirada reduccionista cartesiana], la canción mola. Desde Bogotá, Diana Avella!

miércoles, 4 de julio de 2012

PUNK WILL NEVER DIET

Hace tiempo que leí un texto sublime en el blog de Diana Pornoterrorista. Hoy lo escucho en el programa "Cuerpo, deseo y representación_II" de Ni en tu casa ni en la mía, un programa feminista y transfeminista de la radio libre Contrabanda (la cual, por cierto, está sufriendo una amenaza de cierre, por lo que aprovecho para enlazar la recogida de firmas digitales). Tenía muchas ganas de publicarlo. FAT ACTIVISM rules. [Última hora: me han pasado el enlace del brutal GORDA! ZINE, y aquí para descargarlo en pdf]

Este texto fue escrito para el #6 del Fuego zine, que pronto estará en las calles.


Beth Ditto, de The Gossip
Algunas chicas somos más grandes que otras.
Reflexiones en torno a la gordura[1]

Por Laura
pidoperdonzine@hotmail.com


You’re the one for me, fatty.
Morrissey

I wanna riot- a riot of my own.
The Clash

Don’t gonna be a Twiggy, gonna be as I am.
Fun People


Hay una carta de F. Engels, el otro padre del marxismo, al yerno de Marx, P. Lafargue, donde, además de quejarse por el abuso de la palabra “autoritario” por parte de los anarquistas, se refiere a Bakunin y su “obeso cuerpo”. El viejo recurso de la alusión personal descalificadora en todo su esplendor y una muestra de autoritarismo, qué duda cabe.

La carta en cuestión es de 1871 y, más allá de las distancias epocales, reverbera en mí muy claramente. Hace un año, una pretendida activista algo conocida en el ambiente se refirió a mí en Facebook como “gorda pelotuda”[2]. A pesar de tanto feminismo, post y trans feminismos, femme-inismo, queer, punk, anarquismo, post-estructuralismo y festivales Belladona, me quede virtualmente sin respuesta. El insulto fácil y retrogrado había surtido su efecto hiriente y paralizante. “Gorda” es LA palabra. EL insulto. LA herida. Y nos deja sin palabras la mayoría de las veces.

Yo sé que lo que dijo esa persona es redundante: acá, como en muchos otros lugares, ser gordx es ser muchas otras cosas negativas. Ser gordx es también ser fex, indeseable, poco saludable, flojx, amorfx, bobx, lentx, pelotudx. Una pelota bah, algo sin gracia. Sé que no soy gorda en todos esos sentidos y sé también que algunxs de ustedes buscarán en Internet fotos que atestigüen esto que digo. Pero sí soy gorda. No sólo según discutibles estándares o idealizaciones normativas o en la opinión de ciertxs micro-fascistas que habitan incluso ambientes autodenominados libertarios, activistas o lo que sea. Pero voy a explicarme mejor.

Soy gorda porque hoy elijo nombrarme así, con esa rara rabia que te hace sentir orgullo y alegría a veces, salgo del closet de las tallas (Kosofsky Sedgwick-Moon, Tendencies,1993), del cuerpo-patrón (Juan Nicolás Cuello, 2011), ese cuerpo inobjetable que sólo portarían algunxs pocxs: lxs que se ejercitan, los que comen “bien”, los que se mesuran y mesuran al resto. Soy gorda, así, en tiempo presente, porque no se nace gordx (jugando con de Beauvoir, Preciado, Sedgwick, Moon y Berlant), sino que hay un hacer constante, que no se corresponde únicamente con una patología o desorden somático/psíquico o una relación desequilibrada con la comida y la posibilidad de consumo en estas sociedades.

Como mujer gorda recién salida del closet me pregunto algunas cosas. ¿Cuánto es demasiado? ¿Cuándo se empieza a ser demasiado gordx, demasiado altx, bajx, afeminadx, masculinx, pelado o peludo, fláccidx (o demasiado viciosx)? ¿En qué momento dejamos de ser alguien para ser sólo gordx? Demasiada visibilidad/voluminosidad nos invisibiliza, paradójicamente. Nos reduce a un mote, a un insulto (autorxs como Lauren Berlant destacan que perdemos incluso el nombre propio para pasar a ser sólo una cosa excesiva). O, peor aun, nos reduce a algo que debe sacarse de la vista. O borrarse si es que no puede convertirse en otra cosa con esfuerzo, voluntad, sudor y lágrimas (la persona flaca que la gordura encerró bajo siete llaves).

El insulto es una manera de estigmatizar, eso es sabido. La operatoria reiterada de la ofensa hiriente nos ata a una historia que nos precede y que no elegimos del todo. Nuestros cuerpos son el producto de la historia política, no simplemente de la historia natural (Preciado, Manifiesto Contrasexual, 2002). La gordura, como el género y otros dispositivos, no son naturales (Judith Butler, El género en disputa, 2007). Nuestros cuerpos gordos son cuerpos fabricados como estigmatizables, indudablemente. Como el cuerpo puto, lesbiano, negro, pobre, migrante, trans, intersexuado o infantilizado. Lo que no encaja, lo que excede, lo que estalla límites, costuras y cierres, asientos de colectivo, fronteras, ficciones y permisos legales.

Dice Judy Butler (Lenguaje, poder e identidad, 2004) que estos nombres injuriosos no deben mantenerse en el dominio de lo indecible, porque así preservan su potencial hiriente. Sacarlos del silencio tal vez nos permita usarlos para otras cosas impensadas. Como salir del lugar de la herida que habitamos. Y dejar de pedir perdón por aquello que no hicimos, como decía Alejandra Pizarnik en un lindo poema que siempre me gusta recordar.

Preciado quiere para este siglo XXI una rebelión común, de los cuerpos. Una rebelión somática, dice, “frente a los sistemas policiales de género, sexo, sexualidad, raza y normalidad corporal que prevalecen en las democracias occidentales”[3]. Para empezar, hoy me propongo ser este cuerpo que soy, impetuoso y frágil pero invencible. Y visible, bien visible. Sé que para hacer esta rebelión de los cuerpos y los afectos van a ser necesarias muchas más barricadas que las que aparecen nombradas acá. Pero estoy confiada. Algunas chicas somos más grandes que otras, ya lo sabían los Smiths. Y el Foucault que les ponía fichas a las feministas que superaban las trampas de la sexualidad colonizadora y sus efectos corporales también nos anunciaba a nosotras. Algunas chicas somos más grandes que otras sin importar la talla que portemos. Y podemos hacer grandes cosas por nosotras mismas. Una revuelta que no sea insípida como un jugo light tal vez. Una insurrección desordenada contra la autoridad que todo lo mide y todo lo marca. Riot not diet, decían unas hermanas norteamericanas décadas atrás. Cantemos con ellas las canciones furiosamente alegres que hablan de la piel dura y de los cuerpos que no quieren ser gobernados.

Buenos Aires, 25-9-11.

[1] Gracias a todxs lxs que discutieron conmigo algunas de estas ideas en Internet o cara a cara y compartieron generosamente sus sentires, experiencias, padeceres y deseos. Gracias a los afectos que me sostuvieron cuando me sentí herida e insultada. Gracias a lxs amigxs que no necesitan pelearse por mí ni defenderme pero sí saben decir “si te metés con mis amigas te metés conmigo”. Nombro en especial a Marianita, Pato, Ile y Gastón. Gracias a Aldu que me dio la idea para el título. Y la lectura inteligente y sensible que hicieron de los borradores muchxs de lxs nombradxs. Dedicado a Juanel, por darme siempre una excusa para escribir. Este artículo me inspiró profundamente y estaría bueno que alguien lo traduzca: http://www.neoamericanist.org/paper/punk-will-never-diet

[2] Es curioso cuánto pueden herir ciertos personajes conceptuales o ficcionales que andan anunciándose libres pero están firmemente atadxs a sus privilegios y a sus mezquindades prosaicas. Afortunadamente, hace un tiempo largo ya que algunxs aprendimos que se puede saltar de la herida narcisística al espacio político. Porque no se trata de cuestiones menores o anecdóticas, ligadas a la “vida privada” o a la estética, sino que tienen que ver directamente con los cuerpos que importamos y si contamos como tales para otrxs, en cuáles condiciones y circunstancias.

[3] Entrevista a Beatriz Preciado en el Periódico Diagonal del 20/7/2010. Disponible en http://www.diagonalperiodico.net/Es-urgente-e-imprescindible-en-el.html