lunes, 21 de abril de 2008

El hudud y la qa'ida...

...O la frontera y la norma invisible

"Nací en 1940 en un harén de Fez, ciudad marroquí del siglo IX, cinco mil kilómetros al oeste de La Meca y mil kilómetros al sur de Madrid, una de las peligrosas capitales de los cristianos. Mi padre decía que con los cristianos, al igual que con las mujeres, los problemas empiezan cuando no se respeta la frontera sagrada o hudud. Yo nací en pleno caos, porque ni los cristianos ni las mujeres respetaban las fronteras.

[...] La puerta de nuestra casa era el hudud, una frontera bien definida, porque hacía falta permiso para entrar y salir. Había que justificar cada movimiento e incluso acercarse a la puerta era todo un trámite.

[...] Un harén se relacionaba con el espacio privado y las normas que lo regían. Y no hacían falta muros, me dijo Yasmina. En cuanto uno sabía qué estaba prohibido, llevaba el harén en el interior. Lo tenía en la cabeza, "grabado bajo la frente y bajo la piel". La idea de un harén invisible, una ley tatuada en la mente, me resultaba de lo más inquietante. No me gustaba nada y Yasmina tuvo que explicármelo mejor. [...] Eso de andar por ahí con una frontera en la cabeza me inquietó y me llevé discretamente la mano a la frente para comprobar que estaba lisa, sólo para ver si por casualidad estaba libre del harén. Pero entonces la explicación de Yasmina me pareció incluso más alarmante, porque a continuación dijo que todos los espacios en que se entraba tenían normas propias que eran invisibles y uno debía descifrar.
- Y cuando digo “espacio” –continuó-, me refiero a cualquier espacio: un patio, una terraza o una habitación, e incluso la calle, si a eso vamos. Donde hay seres humanos hay una qa’ida, o norma invisible. Si la respetas no te pasará nada.
Me recordó que, en árabe, qa’ida tenía diversos significados, todos ellos con una premisa básica común. Una ley matemática o un sistema legal era una qa’ida, y también lo eran los cimientos de un edificio. Qa’ida era también una costumbre o un código de comportamiento. Qa’ida estaba en todas partes. Entonces añadió algo que verdaderamente me asustó:
- Por desgracia, la qa’ida casi siempre está en contra de las mujeres.
- ¿Por qué? Eso no es justo, ¿a que no?

[…] Le pregunté luego si podía explicarme cómo descifrar la norma oculta, la qa’ida, cuando entraba en un espacio nuevo. ¿Había señales o algo tangible que pudiera buscar? No, contestó, por desgracia no había indicios, excepto la violencia posterior al hecho. Porque en el momento en que desobedeciera una norma invisible, me lastimarían. Sin embargo, observó que muchas de las cosas que más placer proporcionaban a la gente en la vida, como pasear, descubrir el mundo, cantar, bailar y expresar una opinión, figuraban muchas veces en la categoría de lo estrictamente prohibido. En realidad, la qa’ida, la norma invisible, muchas veces era peor que los muros y las puertas. Con los muros y las puertas uno al menos sabía a qué atenerse."



Y sigo con mis fronteritas, mis "no lugarzotes", como me dijo una chilanguilla. Esta vez de las que arrugan la frente.
Éste es un extracto del sugerente libro Sueños en el umbral. Memorias de una niña del harén de Fatema Mernissi.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Todos los espacios en que se entraba tenían normas propias que eran invisibles y uno debía descifrar..."

a veces es más difícil de lo que pensamos. Acabo de regresar de NY y allí me encontré muchos espacios prohibidos que yo no sabía que lo eran. Y me asuté.